«Bio-ética» = «ética de la vida»

La confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable, irreductible, que por su valor intrínseco, reclama ser tratada con amor de benevolencia.
La responsabilidad de la promoción y defensa del derecho a la vida, un compromiso existencial y práctico a favor de todas las personas, en especial, de los más débiles
Argumentar auténticamente la existencia y la condición espiritual del alma humana en diálogo real con las ciencias biomédicas contemporáneas.
Es una ciencia moral, no técnica, que ofrece criterios éticos a las ciencias experimentales sobre la vida.

jueves, 9 de abril de 2009

Defensa y Conservacion de la Vida

LA CONSERVACIÓN DE LA VIDA

La vida humana debe ser protegida a lo largo de su existencia. En el orden moral, el hombre está obligado a cumplir estas dos tareas ineludibles:

a) Defenderla. Cada persona tiene la obligación subgrave de defender su vida: así se justifica la posible muerte del injusto agresor. Por ello, también se condena el homi¬cidio, la tortura -fisica o psíquica-, la manipulación de la mente. Y dado el valor de la vida, se cuestiona la licitud de la pena de muerte impuesta por el Estado a alguno de sus súbditos.

b) Conservarla. El hombre no puede disponer a capri¬cho de su vida. En consecuencia, se prohibe el suicidio y las experiencias médicas que manipulen la vida. También se condenan otras acciones que causan grave daño, como la drogadicción y el alcoholismo. Un juicio moral matizado merece la huelga de hambre. Por el contrario, el trasplante de órganos tiene una valoración ética positiva en cuanto supone la defensa de la vida. El contenido de este capítulo responde al conjunto de estos temas.

1. LA DEFENSA DE LA VIDA HUMANA

La grandeza de la vida humana es, precisamente, lo que delimita el dominio que el hombre tiene sobre ella. En efecto, la vida tiene origen en Dios y sólo Él es el dueño absoluto de la vida del hombre, hecho a «su imagen». Por eso, la Teología Moral argumenta desde este supuesto: sólo Dios es dueño de la vida humana, al hombre como buen administrador le corresponde el deber de defenderla y conservarla, pero no puede disponer a capricho de ella. En esto se distingue de la «ética civil» que constituye al hombre en dueño y decisor absoluto de su vida.

1. Fundamento del valor de la vida humana

Se trata de buscar la razón última de la dignidad de la vida humana, dado que se acusa a la moral teológica de un cierto fariseísmo, pues, mientras defendía la dignidad de la vida, mantuvo la licitud de la tortura y, en la actualidad -se dice-, al mismo tiempo que condena el suicidio, man¬tiene la licitud de la pena de muerte. Con el fin de respon¬der a estas denuncias, conviene asentar las razones que fundamentan la doctrina católica sobre el dominio relativo del hombre sobre su propia vida.
Pues bien, si es cierto que el hombre no tiene un domi¬nio absoluto, tampoco es un «arrendatario»: no la posee en «alquiler», sino que es «dueño» de ella, dado que es «su vida». Sin embargo, no puede olvidar que es Dios quien se la ha concedido, por eso tiene que respetar el fin para el cual Dios se la dio. En sentido bíblico, la vida es un «don» en orden a la existencia eterna. Por ello, el hombre, ade¬más de agradecer a Dios el don de la vida, tiene el grave deber de no separarla del fin para el cual se la concedió.
En esta línea se ha de entender el canto y la defensa de la vida que hace la Encíclica Evangelium vitae:
«La opción incondicional en favor de la vida alcanza plenamente su significado religioso y moral cuando nace, viene plasmada y es alimentada por la fe en Cristo. Nada ayuda tanto a afrontar positivamente el conflicto entre la muerte y la vida, en el que estamos inmersos, como la fe en el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y ha venido entre los hombres 'para que tengan vida y la tengan en abundan¬cia' (Jn 10, 10): es la fe en el resucitado, que ha vencido la muerte» (EV, 28, cfr. nn. 2, 34, 37, 39, etc.).

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