«Bio-ética» = «ética de la vida»

La confirmación precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable, irreductible, que por su valor intrínseco, reclama ser tratada con amor de benevolencia.
La responsabilidad de la promoción y defensa del derecho a la vida, un compromiso existencial y práctico a favor de todas las personas, en especial, de los más débiles
Argumentar auténticamente la existencia y la condición espiritual del alma humana en diálogo real con las ciencias biomédicas contemporáneas.
Es una ciencia moral, no técnica, que ofrece criterios éticos a las ciencias experimentales sobre la vida.

jueves, 9 de abril de 2009

El Homicidio

2. El homicidio

Del valor bíblico de la vida del hombre, hecho a «ima¬gen de Dios», se deduce la maldad del homicidio, que se condena en la Biblia con la pena de muerte: «Quien vertie¬re sangre de hombre por otro hombre será su sangre verti¬da, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre» (Gen 9, 6). Más tarde, el homicidio resume el 5º Precepto del Decálogo: «No matarás» (Ex 20, 13).
Es de notar que el verbo del original hebreo es «rasach», que significa la muerte del inocente. Por eso cabría traducirlo: «No causarás la muerte de un hombre de un modo arbitrario», o sea «ilegal». Para otra clase de muertes, la Biblia emplea los términos «harag» y «hemit».
El homicidio (la muerte de un inocente) mereció siem¬pre las mayores repulsas incluso en aquellas épocas en las que la pena de muerte era frecuente. Por ejemplo, la tradi¬ción de la Iglesia, desde los primeros escritos, condena con dureza la muerte del inocente. Así, por ejemplo, la Carta a Bernabé, de época tan primitiva, sentencia: «No matarás, para ello no darás veneno, no matarás el feto en el seno de la madre, no matarás al niño ya nacido» (Carta XX).
La misma condena se repite en los otros Padres Apostólicos, en los Apologistas del siglo u y en los Santos Padres. La Iglesia antigua enumera el homi¬cidio entre los «crimina», junto con la apostasía y el adul¬terio: eran los tres pecados calificados como más graves. Por eso es condenable la muerte caprichosa e injusta que connota el terrorismo.

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